jueves, 15 de julio de 2010

De profundis

¿Por qué el cielo se alza distante?
¿Por qué la tierra cuelga lejana?
Ajena tiembla la estrella,
Brillando opaca, constante.

No me importa alcanzar la luna,
Un círculo de monótona sinfonía;
Repitiendo incansable la misma melodía,
Lejos de mi, de mi ternura.

Yo nunca contemplo el fuego disperso
De las estrellas, o del sol su ardiente sendero,
Todo mi corazón conjuga un solo deseo,
Un vano sentimiento reseco.

Pues atada yazgo bajo la trémula lanza,
Alegría, belleza, danzan lejos de mi alcance,
Comprimo mi corazón, estiro mi romance,
Y temblorosa acaricio la esperanza.


-Christina Rossetti (1830-1894).

Imagen Extraída de: wisdomcriethwithout.com

martes, 6 de julio de 2010

Como publicar un libro

Breve preámbulo


Voy a comenzar este breve ensayo escribiendo una obviedad: publicar un libro no es nada fácil si no se ha alcanzado cierto prestigio literario, a no ser que el propio autor asuma los gastos de edición, que no suelen ser pocos. Ello sin contar el tiempo empleado en la redacción de la obra. Pero de este asunto hablaré a su debido tiempo.

Lo que pretendo con este trabajo es ayudar desde mi experiencia, sobre todo a los jóvenes que empiezan a escribir y a todas cuantas personas sientan inclinación por la literatura y después de haber escrito docenas o centenares de folios no sepan qué hacer con sus creaciones. No me mueve otra ambición. Considero que una de las virtudes de Internet estriba en las posibilidades de ayuda recíproca entre humanos geográficamente distantes y en la comunicación como medio de dignificar la tecnología. Que no todo ha de ser “chats” y lamentables pérdidas de tiempo.

Yo, pese a haber tenido la oportunidad de publicar algunas de mis obras -unas veces a mi costa y otras a expensas de algún editor arriesgado-, no me considero escritor. Y no lo digo con ánimo de demostrar ante los demás una actitud modesta. Soy solamente un aficionado a las letras, con más o menos fortuna dada mi perseverancia. Nada más. Partiendo de esta premisa, admito mis limitaciones. Sin embargo, escribo a diario porque me gusta y me siento feliz ante el ordenador y ante el abanico de mis ideas y mis emociones que me inclinan a decir cosas y a veces a romper los folios escritos por estimarlos desacertados, y en ocasiones para besarme a mí mismo con el auxilio de mis propio pensamientos. ¿Cuál es, en mi caso, el resultado de esa dinámica? Simplemente que me lo paso bomba. ¿Y después? ¿Qué coño pasa después? ¿Es que además de la satisfacción de escribir existe un después que pueda igualarse a los catárticos momentos de la entrega personal, cuando la sinceridad no encuentra obstáculos para manifestarse? Si se publica el libro, miel sobre hojuelas; si no se publica, se ha gozado. Lo esencial de la vida es sentirla, cuanto más intensamente, mejor.Dicho lo que acabo de expresar vayamos a lo que nos interesa, sin rodeos o falsas modestias.

Antes de publicar un libro

Entiendo que el oficio de escribir es un arte que requiere vocación, esfuerzo, sinceridad y un inacabable aprendizaje. De nada vale la inspiración si no se es constante y se dispone de las necesarias herramientas para plasmar con éxito las ideas. En mi ordenador tengo incorporados dos diccionarios, que los utilizo bastante a menudo para cerciorarme de que la palabra escogida (adjetivo, sustantivo, o verbo en muchos casos) es la adecuada. Además dispongo de otras obras de consulta, indispensables para documentarme. Pero además, Internet me saca de apuros muchas veces. Tengamos en cuenta que hay una notable diferencia entre el lenguaje hablado y el escrito. En una conversación “tete a tete”, en el café o donde sea, pueden pasar inadvertidos giros erróneos o palabras que semánticamente no se ajustan a lo que deseamos expresar, y no sucede nada. Si nos equivocamos podremos pasar por ignorantes durante unos minutos; pero si el error lo dejamos plasmado en el papel nos tendrán por zotes toda nuestra vida. También, el enriquecimiento del vocabulario evita repeticiones innecesarias, cacofonías malsonantes y desajustes en la redacción que tanto molestan al lector. Así pues, en primer lugar: trabajo con el diccionario, tenacidad, documentación adecuada y orden.

En segundo término quedan la revisión, el pulido y la captura de los gazapos que, dada la actividad febril durante la escritura, se nos escapan y pueden crear ridículas contradicciones. Toda obra artística, sea pictórica, literaria o de cualquier naturaleza precisa de la pincelada exacta y puntual capaz de darle mayor esplendor. Sé de bastantes personas a las que después de haberles hecho esta recomendación han respondido: “Lo que interesa es enganchar al lector; lo demás lo hacen los correctores en las editoriales”. Están tremendamente equivocadas. Una obra mal presentada, con faltas ortográficas, sintácticas y de cualquier orden es inmediatamente rechazada. ¿Cómo puede “enganchar” una mala puntuación, que en ocasiones no permite ni respirar, o la coma incorrecta que despista al lector al obligarle a interpretar lo que el escritor no quiso expresar? ¿Cree alguien a estas alturas que las editoriales están dispuestas a perder su tiempo y su dinero con escritores que deberían pasar por la escuela primaria antes de decidirse a publicar?

Todos mis libros, antes de entrar en la imprenta, han sido examinados por expertos en literatura y buenos gramáticos, como es lógico habiendo tenido que compensar su trabajo. Pero no sólo por especialistas; también me ha interesado la opinión de mis amigos y conocidos.

Y ahora ¿qué?

La novela ya está revisada y a punto para su posible publicación. ¿Qué hacer con ella? Hay varias posibilidades de difundir una obra, que son:

1.Pagando el escritor la edición

2.Presentándola a uno o varios concurso y obteniendo el correspondiente premio

3.Teniendo a un mecenas que se haga cargo de los gastos

4.Enviándola a una editorial y que la acepte

5.Buscando un Agente Literario

6.Con suerte, que cualquier institución cultural la publique.

7.Que a través de Internet pueda ser difundida

Los gastos

En el primer supuesto tenemos la revisión, la imprenta, los locales para hacer la presentación si no nos los ceden de manera gratuita, las tarjetas de invitación, el correo, el refrigerio y las docenas de libros que estamos obligados a regalar.

En el segundo el coste de tres, cuatro, cinco o seis ejemplares que puede exigir las Bases del concurso literario de que se trate, más el importe del correo certificado.

En el cuarto, poca cosa: una sola fotocopia de la obra, los costes del correo y las llamadas telefónicas. Y por último, si se opta por encomendar la publicación a una Agencia Literaria, los cien euros -poco más o menos- que nos cobrarán por la lectura, con independencia de que se consiga o no un contrato. Pero si el representante logra convencer a un editor, percibirá por su trabajo un 10 por ciento del beneficio del autor, el cual consistirá en un 10 por ciento de las ventas. Si la obra es llevada al cine la Agencia Literaria percibirá un 20 por ciento del ya conocido 10 por ciento que percibe el escritor, y lo mismo en el caso de la posible traducción a otros idiomas. Téngase en cuenta que mantener una representación cuesta mucho dinero dada la enorme competencia que soporta dicho sector. En definitiva, publicar no es fácil y resulta bastante arriesgado en muchas ocasiones.

Otros costos

Suponiendo que se editen 500 ejemplares y que en las diversas presentaciones se hayan vendido 200 libros, todavía quedan 300 por liquidar. ¿Qué hacer con ellos? Se pueden llevar a las librerías o recurrir a un distribuidor.

Las librerías se llevan como porcentaje un 30 por ciento; pero si se opta por un distribuidor la cosa se complica: 20 por ciento para éste y el mencionado treinta para el librero. (Estamos hablando de publicaciones por cuenta propia, eso está claro.)

Ámbito de la difusión

En el caso de que sea el propio autor quien edita el libro, no puede aspirar a venderlo fuera de su localidad. A lo sumo, tal vez en algún pueblo próximo. Queda, eso sí, la satisfacción de haberlo publicado. En el supuesto de un concurso importante o de una editorial con amplia difusión geográfica, normalmente se vende en la mayoría de las librerías y centros comerciales peninsulares, y a veces incluso en el extranjero.

Observaciones sobre los Concursos Literarios

Cada vez más, a los certámenes literarios acceden centenares de escritores, entre ellos alguno de renombre pese que en la mayoría de los casos el premio en metálico no supera los 600 euros.

En cuanto a los Jurados, hay de todo. Si el premio es de relieve puede darse el caso de que el galardón esté concedido de antemano. Tampoco el amiguismo deberíamos considerarlo una excepción. Como miembro que he sido de bastantes tribunales literarios, sé lo que me digo. Sin embargo, también sé de organizaciones absolutamente honestas que no permiten manipulaciones ni la adulteración de las Bases. Por ejemplo, la apertura de plicas para crear bancos de datos y disponer de la identidad de todos los concursantes. Del mismo modo, conozco a bastantes escritores honestos que no son capaces de trampear para coronarse con laureles.

Respecto a ciertos participantes, ¡tela marinera! Sé de varios que hacen trampas a las bases enviando a concurso obras ya premiadas o publicadas, o ambas cosas a la vez. Uno de ellos, cuyo nombre omito por prudencia y ética, tiene conseguidos más de 1300 premios. ¿Es esto posible? No, y diré cuáles son los motivos de mi denuncia.

¿Cuántas obras, inéditas, son necesarias para conseguir 1300 premios? Si a los concursos acceden centenares de escritores, ¿es posible, por ejemplo, que alguien haya escrito 1300 obras, entre poemas y prosas, y que todas ellas hayan merecido una distinción? ¿Entonces? ¡Ni el propio Lope de Vega! De acuerdo con un somero cálculo de probabilidades, se necesitaría tener escritos unos 30 000 o más trabajos de mucha calidad para alcanzar más de 1000 galardones.

Démonos cuenta de lo difícil que resulta publicar mediante la participación en esta clase de competiciones. No obstante, poetas y escritores hay por el mundo que han conseguido abrirse paso, y no precisamente a codazos. Porque quien realmente vale, si tiene perseverancia y vocación literaria consigue situarse de algún modo en los círculos literarios. Es todo cuestión de trabajar y amar las letras.

El camino más corto

Desde mi experiencia, lo más efectivo para que se nos pueda publicar es recurrir a un Agente Literario. Hay quien envía sus obras directamente a las editoriales, pero resulta harto engorroso y las decepciones son el pan de cada día. En el caso de las representaciones se tiene la ventaja de la obtención de un informe de lectura en el que se califica la obra y se apuntan los fallos literarios, teniendo, por lo tanto, una referencia de cómo escribimos y las posibilidades de hacerlo con la debida corrección. En Internet, incluso en esta Página Web, se puede consultar para obtener una relación de mediadores ante las editoriales. En el negocio editorial no sirven de nada las recomendaciones. Si la obra presentada está bien escrita y es comercial, el éxito está casi asegurado. En el caso contrario hay que esperar mejor fortuna. . La escala de calificación va de 0 a 10 para lo literario y la misma puntuación en el caso de lo comercial. Puede suceder que se obtenga un 9 en literatura y un 6 en interés comercial, en cuyo caso las expectativas de una posible publicación no son grandes.

La tendencia de la novelística actual (podemos apreciarlo en los semanales culturales de los periódicos) es hacia obras con fondo histórico, tramas policíacas, de intriga y misterio y por ahí. Es decir, relatos de acción que atrapen, aunque al final no se nos haya dado un mensaje enriquecedor. Se trata de ganar dinero como sea sin tener muy en cuenta la calidad literaria.

Con referencia a la poesía, aunque también es difícil conseguir un premio, lo que recomiendo es adquirir un libro sobre los Concursos Literario en España (consultar en Internet) y elegir el mejor poemario que tengamos a nuestra disposición. Una vez hecho esto, enviar dicha obra a cuantos certámenes podamos. Si así lo hacemos y el trabajo merece la pena, es casi seguro que obtendremos alguna recompensa.

En fin ... Si estos apuntes os sirven para algo, gracias por haberme leído. Si no es así y os he hecho perder vuestro precioso tiempo, disculpadme. Mi intención ha sido colaborar con los inquietos cibernautas, y de modo especial con los lectores de esta Página Web.

Que haya suerte, amigos.

César Rubio (Augustus) Miembro de la Asociació Escritores Castellano-manchegos y de la Mediterranía.

Referencia extraída de: mundoculturalhispano.com

Publicar un libro


Sudamericana y Alfaguara editan menos del 10% de las propuestas que les llegan; Planeta rechaza originales no pedidos. Las editoriales rechazan, sin leer, la mayoría de los textos enviados en forma espontánea. El 50% de los títulos editados en el mundo vende menos de mil ejemplares.



El arduo camino de publicar un libro

(La Nación) ¿Por qué todo el mundo quiere escribir un libro? Quizá, como dice el escritor español Juan José Millás, porque todos tenemos una novela dentro.

En El mundo de la edición de libros (Paidós), el agente literario Guillermo Schavelzon sostiene que "la cantidad de gente que escribe es enorme". Y pese a que en la Argentina no hay estadísticas, sólo con echar un vistazo a las miles de personas que cada año pasan por los talleres literarios y envían sus textos a los concursos, se llega a esa conclusión.

Por eso el proceso de detección de un buen libro se hace cada vez más complejo y arduo. Editorial Alfaguara, por ejemplo, recibe un promedio de 200 originales por año y 1000 propuestas mensuales por correo postal y electrónico. Sólo alcanza a publicar el 2,5% de los proyectos. Sudamericana, en cambio, recibe 900 propuestas por año y edita alrededor de 100.

Por su parte, Planeta recibe 800 originales, sumando los que recibe en forma espontánea y los que la editorial sale a buscar. Entre los primeros, si el original llega por agente literario se publica el 40% de lo recibido. Pero si las iniciativas arriban en forma independiente, el porcentaje ronda el uno por ciento. Planeta no acepta originales no pedidos. A Editorial Norma llegan, por diversas vías, casi 1100 propuestas editoriales por año.

Gabriel Zaid, autor de Los demasiados libros (Anagrama), brinda cifras interesantes: por cada libro que se publica quedan uno o dos inéditos. Se escriben entre dos y tres millones de libros por año. Pero sólo un lector de tiempo completo puede leer 200 títulos en ese período.

El gerente editorial de Alfaguara, Fernando Estévez, comparte la reflexión de Zaid: "El problema de la industria editorial son los millones de universitarios que prefieren escribir a leer. Se produce mucho más de lo que se puede consumir. En 2000 hubo en el mundo un millón de nuevos títulos en el mercado, pero el 50% no vendió ni 1000 ejemplares". Datos de la Federación de Gremios de Editores de España muestran que en 2000 se publicaron en la península, 62.224 nuevos títulos. Una cifra similar se editó en América latina. Ese año se imprimieron 261.510.989 copias.


El escritor, un peregrino

Como resultado de esa desproporción, es razonable suponer que peregrinar de editorial en editorial, con un original bajo el brazo en el fútil intento por convertirse en autor novel, no es la vía más adecuada.

Mucho antes de que Harry Potter encontrara la piedra filosofal, a su creadora —la entonces desempleada escritora británica J. K. Rowling— le revolearon el original en dos editoriales. Hasta que Bloomsbury la catapultó a la fama con más de 50 millones de ejemplares en todo el mundo. Su caso no es el único. Hace 35 años, Gabriel García Márquez sufrió desilusiones similares con su manuscrito de Cien años de soledad. Según los memoriosos, fue el editor Carlos Barral quien entonces desechó publicar el barco estandarte de su universo literario.

Es curioso conocer cuántos grandes de la literatura vieron frustrarse su sueño inicial de publicar una novela. Schavelzon señala, en el libro compilado por Fernando Estévez y Leandro de Sagastizábal, que "la mayoría de las editoriales rechazan la mayor parte de los manuscritos que reciben, casi siempre sin mirarlos, debido a la enorme cantidad que les llega". Y sugiere a aspirantes a escritores, a modo de guía práctica, que consulten las diversas páginas en la Web con sólo buscar " writer´s resources " (recursos para escritores) o ingresar en el sitio de amazon.com .


No llevar el original

Entre otras recomendaciones, Schavelzon aconseja no enviar nunca el original a una editorial, sino sólo la propuesta con datos concisos sobre el autor, la obra y el público al que va dirigida, acompañada por una carta de presentación breve y evitando los elogios al editor. Habitualmente, el autor novel llega a editorial con la referencia de un escritor consagrado o de la mano de un agente.

La editora Leonora Djament, de Norma, no descarta que un autor ignoto pueda llegar con su manuscrito bajo el brazo, tocar el timbre de la editorial y conseguir la publicación de su obra. "Nosotros tenemos más de un caso, aunque no es la regla. La poesía ha dejado a los editores una gran lección porque muestra que siempre hay distintos caminos para publicar". Djament opina que el contexto histórico, político y social de un país también cuenta a la hora de decidir, por ejemplo, la publicación de un ensayo.

Para Estévez, en cambio, "es difícil descubrir una gran obra si el escritor llega a una editorial con su original y sin referencias detrás. Difícilmente un libro presentado de este modo se convierte en una obra valiosa".

Puesto a definir el perfil del escritor capaz de seducir el corazón de un editor, puntualiza: "Escribir es un oficio que hay que pulir y perfeccionar. Hoy, hay que ser muy selectivo. Hay muchos libros autobiográficos. La gente cree que su vida merece convertirse en novela. Pero para novelar hay que tener imaginación".

Extraído de: AXXON.COM
Imagen 1 Extraída de: rincones.educarex.es
Imagen 2 Extraída de: cronicasnocturnas

 
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