viernes, 5 de noviembre de 2010

Sombras en la Ciudad

En lo más profundo de París, en aquellos tiempos donde la revolución bohemia estaba en su furor y la gente disfrutaba de las noches de arrabal, un solitario hombre deambulaba por las calles de la ciudad, guiado por la luz de la luna reflejada en el asfalto, llego a una plaza en un rincón de la ciudad.

Llena de gente estaba la plaza, y el hombre confundido por lo que observaba, levanto su brazo a la altura del pecho y con la otra mano corrió la manga de su traje para medir el tiempo.

“03:00 am”

Volviendo la vista a la gente se topó con la penetrante mirada de una joven gitana que se acercaba lentamente.

Cabello negro, piel morena y ojos tan oscuros como la noche, la joven se inclino y con un gesto de bienvenida apuntó hacia la muchedumbre.

El hombre guiado por la mano de la joven que se perdía rápidamente entre la gente, decidió penetrar aquella muralla humana con el deseo latente de saber que preparaba la bella gitana.

En el centro de la plaza, la gente se acumulaba alrededor de un pequeño circo burdo que, guiado por un viejo enano de barbas rojas, incitaba a la gente a bailar y cantar con euforia.

Un colorido bufón brincando saludaba mientras una mujer enana se inclinaba ante el hombre como si de la realeza se tratara.

<< Bienvenido querido amigo, te hemos esperado por años. >> gritaba el viejo enano que desde lo alto de una fuente saludaba.

La gente desaparecía a medida que los circenses cercaban al hombre, como en aquellas pesadillas donde el villano se hace cada vez más grande a medida que el soñador se encoje y de miedo se embarga.

Luego de casi dejar sin oxigeno al pobre hombre, los circenses se alejaban como dejando el escenario listo para que el hombre realizara su acto.

Un silencio sepulcral invadía toda la plaza, mientras de entre la gente, una pantera sinuosa se acercaba.

Lleno de pánico, aquel hombre intento escapar pero ahogados se vieron sus intentos, cuando de un golpe la muralla humana lo devolvió al centro de la plaza y obligado se vio a enfrentarse a la bestia.

Actitud de gladiador tomaba el hombre, y de su papel de domador se adueñaba, mientras temeroso de su cuello quitaba su corbata, para luego, lleno de miedo, ser lanzado a la batalla.

Casi sin ropa, el hombre victorioso salió de la batalla.

La gente eufórica bailando en un trance se adentraban y tan rápido se movían que solo una imagen nublosa rodeaba la plaza.

De la espesa nube de gente la gitana se acercaba.

La joven besó fuertemente al hombre y de sus labios algunas palabras escapaban.

<< Sabia que eras tú quien de mi condena me libraría. >>


Solos en la plaza ahora están y como sombras recorren la ciudad, de noche roban almas en la calle de un arrabal y en las mañanas se ocultan de la sociedad explorando sus cuerpos y ahogados en el placer de un amor sin par.


-L. Herrera.

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